Esta entrada está dedicada a todos aquellos que tomaron el testigo de Colón y descubrieron que América está aquí al lado.
Después de resolver el cacao mental que me invadía el cerebro decidí acabar con mi temor, me rendí a la curiosidad y me lancé a descubrir a Claudia. Ella era el colmo de la contradicción, a veces dulde, a veces dura, su mirada no escondia nada, clara como sus ojos, pensé que quedar con ella sería como subir a las nubes. Me equivoqué, Claudia en la cama se desbocaba, sin perder el control, pero se alocaba. Las ganas de tenerla una y otra vez se adueñaban de mí cuando me asaltaba su imagen desnuda sentada sobre mis caderas, saltando y haciendo aparecer y desaparecer mi sexo una y otra vez entre sus piernas, mientras sus pechos no paraban de moverse arriba y abajo. Apenas podía contenerme para no derramarme dentro porque a mí me gustaba hacerlo en su cálida y acogedora boca.
Siempre pensé que era yo quien controlaba la situación hasta que me dí cuenta que me volví a equivocar, un día ansioso de sentirme cerca de ella fuí a buscarla y ya no estaba...