Luchó contra el cinturón y la cremallera de su pantalón para poder llegar hasta la polla que la volvía loca, apenas la rozó con los dedos para metérsela en la boca y ya estaba dura. De rodillas delante de él y ya acostumbrados a la ocuridad podían entrever gracias a la claridad que se colaba entre las rendijas de las persianas. El la obligó a levantarse, le dió un beso muy húmedo en la boca y colocándose tras ella la invitó a incliarse hacia delante. En esta postura, agarrándose a sus propios tobillos y con el pelo revuelto y esparcido esperaba a que él arremetiera con su polla contra su culo penetrándola, era el momento de respirar hondo y gritar de placer a la vez que sentía como él se derramaba por sus piernas.
Advertencia: No realizar esta postura si no se tiene un gran sentido del equilibrio, peligro de romperse los incisivos superiores e inferiores.