miércoles, 17 de noviembre de 2010

Perfect@ para mí.


Lucas es ese tipo de amigos que toda mujer debe tener. De los que te escuchan, te dan consejos, te miman y no se pasan un pelo cuando necesitas un hombro sobre el que descansar y a veces hasta llorar porque tu último ligue te ha hecho una jugada de esas que por mucho que te lo propongas no le encuentras calificativo en el diccionario de la Real Academia. El caso es que Lucas después de escucharme durante una hora me dijo:
-Mira, sé lo que necesitas, te vas a olvidar de todo, te voy a presentar a la persona más enigmática que puedas imaginar. Ponte bien guapa, ven esta noche a las nueve y media a casa, prepararé algo de cenar. Te espero.
Así que le hice caso, me puse un vestido de lycra negro pegado y sandalias, decidí no ponerme ropa interior, hacía calor y no llevarla me producía sensación de libertad y despertaba en mí deseo sexual. Llegué puntual, su invitado ya estaba en casa, para mi sorpresa era una mujer. Bueno, eso pensé yo hasta que Lucas en un momento de distracción de la chica me aclaró:
-Te va a encantar Nuria, es una caja de sorpresas, como una criatura salida de la mitología, ese precioso cuerpo de mujer enmarca un sexo masculino que te volverá loca.
Me dejó hecha un lío, ¿qué pretendía Lucas? Lo adiviné enseguida, preparó una cena estupenda que sirvió de un modo exquisito, de postre hojaldres con crema y vino dulce, después café. Entonces se levantó y nos dijo que se tenía que marchar, que nos podíamos quedar todo el tiempo que quisiéramos. Cerró la puerta, Nuria no esperó, se aproximó a mí, y me acarició la cara con el reverso de su mano.
-¿Qué quieres?- le pregunté.
-Lo mismo que tú-. Las pocas hormonas masculinas que le quedaban afloraron de repente, haciéndola más atractiva. A pesar de su gran feminidad, unos incipientes biceps y unos muslos demasiado firmes la delataron. Me besó en la boca, me dejé emborrachar por su saliva, empezó a tocarme por todas partes, lo hacía tan bien que era como si me estuviese tocando yo misma. La nueva experiencia y la excitación de no llevar ropa interior fue una mezcla explosiva. Enseguida me encontré cómoda con ella y cuando descubrí su cuerpo perfecto de mujer totalmente armonizado con un discreto pene lo primero que me apeteció fue sentarme encima y hacerlo desaparecer dentro de mi sexo, saltar arriba y abajo agarrada a sus tetas hormonadas. Conocerla fue todo un placer que me gusta recordar de vez en cuando.