jueves, 9 de junio de 2011

La recuerdo.


No me acuerdo como la conocí. El caso es que ahora que no la tengo, le echo de menos. Me pregunto si estará con otro, ¿qué hará con él?, ¿le hará las mismas caricias que me hacía a mí?, ó ¿él sabrá tocarla como yo la tocaba? Me gustaba desnudarla con prisa, siempre tenía prisa por cogerla por la cintura, tiraba de ella hacía mí. Me gustaba sentir sus pezones clavados en mi pecho, su cabeza descansando sobre mi hombro mientras su lengua me recorría el paladar. Nunca se cansaba de besarme por todas partes, yo me tumbaba boca abajo y cerraba los ojos, sentía sus manos y sus labios en mi espalda. Su lengua se perdía entre mis nalgas haciéndome sudar. Me sorbía los testículos como si de un delicioso café caliente se tratara, a sorbitos muy pequeños y rápidos. Lo mejor de todo era sentir como su boca me engullía entero y derramarme dentro. Odiaba la sensación de desamparo de mi sexo ya flácido, con lo bien que me sentía cuando ella lo tenía dentro.