martes, 15 de marzo de 2011

ELLA.


Casi estaba dormido cuando descubrí que tenía unas ganas intensas de acariciarla. Posé mi mano en su pelo suave, le rocé la cara y le besé los párpados. Hacía tan sólo un momento ella estaba tumbada delante de mí, con las piernas enroscadas en mi cintura, con el cuerpo contraído y su boca pronunciando un montón de palabras provocadoras, yo arremetía una y otra vez contra su sexo alentado por el movimiento de sus pechos cada vez que lo hacía. Cuando tapaba su boca para ahogar sus gritos de placer ella aprovechaba para atrapar mis dedos, los chupaba con avidez y mordisqueaba consiguiendo que aumentara el ritmo.
Ahora estaba allí cansada, su cara deseo transformada en dulzura acariciándome con la mirada... Me gustaba así, salvaje, a veces sumisa, a veces dominadora, siempre complaciente.