domingo, 6 de noviembre de 2011

Pasada la Medianoche.

El me contó esta historia a través de un susurro en mi oído, muy despacio, como caricias, haciéndome sentir un cosquilleo continuo en el cuello provocándome un placer del cual él no era consciente, o quizá sí.


Fue en un pub lleno de gente, pasada la medianoche, después de varias cervezas heladas. La música sonaba muy alta, apenas se podía hablar y menos escuchar. Así que muy cerca de mí me contó como el protagonista de esta historia cogió a la chica de la mano y la condujo al baño de señoras. En el corto trayecto le transmitió su deseo a través de este pequeño contacto, tocándole los dedos con suavidad. Cerró la puerta del baño tras él, la besó como sólo lo saben hacer algunos, recorriendo sus labios, dándole su lengua poco a poco, sin prisa, transmitiéndole algo a cada momento, creando en ella las ganas. Ella enganchada a su cuello, recorriendo su nuca, respirando deprisa. La agarró por el trasero y ella le rodeó la cintura con sus piernas. Aprovechando el movimiento la subió en la cisterna del inodoro, se sentó sobre la tapa de cara al sexo de ella que alzó las caderas apoyando los pies sobre las rodillas de él acercandole su sexo a la boca. El lo acarició con su lengua al mismo ritmo que un instante antes la había besado, despacio, con suavidad, degustándola. Se puso de pie y la penetró así, ella sientiendo en su culo la frialdad de la porcelana y en su sexo el calor de un orgasmo provocado por el ritmo de la penetración y el roce del pubis de él en su clítoris. Cuando dejó de estremecerse de placer se dejó resbalar, se sentó en el inodoro y él ya de pie frente a ella le introdujo su pene duro en la boca que ella chupó sin parar, recorriéndolo desde la base de los testículos hasta la punta, sorbiéndolo, dejándolo escapar de su boca, atrapándolo otra vez, acariciándolo con la lengua y los dedos hasta que lo sintió a punto de estallar, entonces lo engulló todo lo profundo que pudo y esperó a que él eyaculara en su boca, tragándoselo todo como si se tratara de una deliciosa mermelada, no lo dejó escapar de su boca hasta que sintió que él dejó de temblar.