Como cada tarde elegí una cafetería al azar. Realicé el rito sagrado con la monotonía de siempre, ocupé una mesa dejando la chaqueta en el respaldo de la silla, el bolso en la mesa y me dirigí a la barra a pedir. Había un montón de hombres que parecían estar haciendo un descanso en su tarde de trabajo, pocas mujeres y una pareja al fondo de la barra, casi oculta por la máquina tragaperras.
Me llevé el café a la mesa y me relajé observando. La pareja que parecía estar empezando a conocerser estaban sentados uno frente al otro queriéndose aproximar, la chica tenía una melena pelirroja y lisa, vestía vaqueros y un plumas azul. El chico casi oculto por la máquina apenas me dejaba adivinar, veía su pierna apoyada en el taburete de ella, y la mano tímidamente le rozaba la rodilla. Su cabeza se acercó a la de ella y sus frentes se rozaron, sus labios se dieron un espontáneo beso, cruzaron dos o tres palabras, yo creo que carentes de sentido, y sus labios se volvieron a pegar, esta vez más fuerte, al mismo tiempo la mano de él viajó desde la rodilla hasta el muslo de la chica, fue un gesto tan pequeño y tan lleno de erotismo, seguro que era la primera vez que él hacía esa pequeña excursión cargada de pasión por el cuerpo de ella. Entendí que a veces no hace falta la desnudez del cuerpo, sino del alma para sentir un despliegue de deseo. Un gesto, una mirada, un roce pueden hacer sentir placer. Lo bueno de esto es que nos rodea por allá por donde vayamos, sólo hace falta observar y querer sentirlo. Atrapar un beso que no es tuyo es un buen ejercicio, intentar sentir su calidez, su humedad, su sensualidad ...
1 comentario:
la imaginación siempre es un aliciente.
saludos y buen relato
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