Desde aquí solo pretendo haceros sentir, reír y derrochar con vosotros lo mejor de mí. Disfrutadlo.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
VOAYER.
Cuando llegué a mi puesto de trabajo en el Museo me cambié de ropa, odiaba aquel trabajo, era tan masculino, aquel uniforme de color marrón de guarda de seguridad no pegaba nada con mis bragas negras con topitos blancos y blonda de encaje. Lo único que me gustaba del puñetero uniforme era la porra reglamentaria, con su aspecto fálico, me daba sensación de poder cuando la calentaba entre las manos. Me senté delante de las pantallas de vigilancia y me dispuse a vigilar todos los movimientos en toda las salas del museo, es decir, me dispuse a aburrirme como una ostra y a tomar café.
Iba por el segundo descafeinado cuando noté un movimiento extraño en el tocador del baño de señoras, las cámaras por supesto no llegaban más allá. Una mujer de unos treinta años con melena ocura se había quitado la blusa, parecía tenerla mojada, la sotenía bajo el secador. Su imagen aunque sólo podía verla por detrás era tremendamente sensual, subida a unos altísimos tacones, con una falta negra ajustada, con la espalda desnuda atrevesada por la tira del sujetador y el pelo sobre los hombros. Sin saber de donde surgió la imagen de un hombre que se acercó a ella, la abrazó por detrás de la cintura, ella echó la cabeza hacía atrás apoyándose en él, se reflejaban en el espejo, la actitud de ella era amable, parecía conocerlo e incluso esperarlo.
Me levanté de la mesa de monitores dispuesta a encaminarme hacía allí pero no pude, como si se tratara de una frágil muñequita él le subió la falda hasta las caderas y la sentó sobre el mármol frío de los lavabos, le descubrió las tetas y se las metió en la boca. La mujer le rodeó la cintura con las piernas y se apretó contra él. No podía despegarme del monitor, de repente me convertí en voayer y de repente me gustó. Ella le bajó los pantalones junto con la ropa interior deslizándolos hasta la mitad de los muslos, el hombre tenía un culo de los que las mujeres decimos "monísimo", es decir, de los que da gusto apretar y sin un solo pelo, no hay muchos así. La mujer arqueó la espalda hacía atrás y separó su torso de él adelantado la cadera con las piernas completamente abiertas , el hombre se acopló perfectamente entre ellas y la penetró con fuerza una y otra vez mientras las tetas de ella se movían al mismo ritmo. Cuando terminaron les ví vestirse apresuradamente, salieron por separado del baño de señoras y también pasaron por separado por delante de mi puesto de vigilancia, ¿acaso no se conocían? ó ¿sería un juego sexual de la pareja comportándose como desconocidos? En cualquier caso me llamó la atención que los dos hiciesen el mismo gesto al salir guiñándome un ojo. ¿Lo sabían?
FIN.
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