lunes, 4 de octubre de 2010

PEPERMINT.

Llevaba quince minutos esperando en aquella cafetería del centro. Quién me mandaría a mí meterme en estos líos, lo que hay hacer a veces por tener una cita, parece lo más fácil del mundo, pues no. Al menos no para una mujer que se pasa el día metida en una oficina haciendo registros de entradas y salidas del almacén. ¿Con quién voy a ligar? ¿Con el chico del almacén? Ya lo hice, y la verdad es que lo tenía que haber pensado antes de abrir las piernas entre los palés cargados de impresoras de inyección. Incomodísimo, el chico no muy alto debió de terminar con agujetas en los dedos de los pies y yo con una astillita clavada en el culo que le tuve que pedir a mi hermana que me la quitase. La muy cabrona con las risas no era capaz de atinar con las pinzas de depilar y acabé con el culo lleno de pellizquitos irritantes de los cuales aún tengo alguna postillita.
Ya empezaba a pensar que el chico no vendría y menos si me había visto allí sentada con mi pepermint. Claro, ¿a quien le va a gustar una loca que bebe pepermint? Le dije que estaría tomando eso porque así me identificaría fácilmente. Le podría haber dicho que soy una mujer de mediana estatura, media melena y en fín mediocre...y claro entonces no habría venido.

Pero él vino, de repente entró un hombre muy alto y se sentó en la barra, pidió un refresco con dos pajitas. ¡Atención! Dos pajitas, la contraseña, era él y yo pensé:-¿qué voy a hacer con mi mediana estatura con semejante tiazo? Desde luego que en horizontal no se iba a notar pero imagínate si me lo hacía de pie, yo nunca he visto la vida desde semejante perspectiva ni con mis tacones más altos.
Me miró, y yo con mi vaso de pepermint en la mano le hice una señal de lo más ridícula, yo es que en este tipo de situaciones me crezco con nota alta. Así que el tipo con un gesto mucho más elegante que el mío se acercó a la mesa y se presentó, se llamaba Fran, que ya sería Francisco, pero claro carente de glamour y a aquel tío el “cisco” no le pegaba nada. Fran era mucho más viril, además ¿qué le iba a decir?:-¡Métemela Francisco! Por favor, que como el tío fuera rapidillo no me daba tiempo a terminar el nombre.
Tomamos un par de tragos más. Yo por no liar la bebida volví a beber lo mismo, y después nos fuímos a cenar, después una copa más y me acompañó a casa. El estaba de lo más cachondo, cuando entramos en el ascensor me metió la lengua hasta la laringe y me clavó la polla en el estómago, claro por la diferencia de altura. No me dió tiempo ni a ofrecerle algo de beber, aquello iba rápido, la ropa empezó a volar nada más entrar en casa. Ya estábamos en el salón frente al sofá y en ropa interior cuando me soltó el sujetador con la habilidad de un corsetero, me agaché y le froté las tetas sobre el slip, se los bajé sin darle tiempo a pensar nada y me dijo: -Espera, tengo algo para tí.
Sacó un condón y se lo enfundó, yo totalmente entregada, dirigí mi boca hacia el lugar en cuestión y de repente fue como volver a empezar. Sólo pensé:-¿quién sería el imbécil al que se le ocurrió inventar condones con sabor a pepermint?

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